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sábado, 26 de diciembre de 2009

¿Qué es el Cielo?



¿Qué es el Cielo?

La última meta del inagotable deseo de felicidad que cada hombre lleva en su corazón
Autor: Lucrecia Rego de Planas  lplanas@catholic.net
Fuente: Serie "Amigos de Jesús"


¿Qué es el Cielo? La respuesta que nos da el Catecismo


"El Cielo es la participación en la naturaleza divina, gozar de Dios por toda la eternidad, la última meta del inagotable deseo de felicidad que cada hombre lleva en su corazón. Es la satisfacción de los más profundos anhelos del corazón humano y consiste en la más perfecta comunión de amor con la Trinidad, con la Virgen María y con los Santos. Los bienaventurados serán eternamente felices, viendo a Dios tal cual es". (Catecismo de la Iglesia Católica, 1023-1029, 1721-1722)


Seguramente has de estar pensando: "¿Qué el Cielo es qué? ¡No entendí nada! Algo tan difícil de entender no debe ser tan bueno", o tal vez: "¡Qué aburrido suena eso de contemplar a Dios... y por toda la eternidad! A mí me gusta la actividad. Eso de ángeles , querubines y cantos gregorianos... ¡como que no se me antoja!"


¡Claro! Una imagen estática del Cielo resulta muy poco atractiva para cualquiera. Pero el Cielo, de acuerdo con lo que se nos ha dado a conocer en la Revelación, no es como lo pintan en los cuadros.


¿Qué tal si piensas en el Cielo como la suma de todos tus momentos felices, de todos tus deseos cumplidos, de todas tus diversiones realizables? Seguro que te empieza a sonar interesante, pero... es inútil. Todo lo que podamos decir acerca del Cielo, siempre se quedará corto.


Muchos autores y teólogos, ante la imposibilidad de explicar lo que es el Cielo, han intentado describirlo como lo que no es: en el Cielo no habrá sufrimiento, no habrá hambre, ni sed, ni cansancio, ni injusticias, no existirá el dolor y tampoco la muerte. Es un buen intento, pero es demasiado pobre describir el Cielo como la ausencia del mal, pues el Cielo es eso y mucho, mucho más.


El Cielo, sabemos por la Revelación, es felicidad que rebasa nuestros deseos, actividad sin cansancio, descanso sin aburrimiento, conocimiento sin velos, grandeza sin exceso, amor sin afán de posesión, perdón sin memoria, gratitud sin dependencia, amistad sin celos, compañía sin estorbos. En el Cielo, Dios nos concederá mucho más de lo que podemos pedir o imaginar y aún aquello que no nos atrevemos a pedir.


Puedes imaginarte el Cielo como quieras: imagina el lugar más bello que hayas visto, llénalo de todo lo que te guste y quítale todo lo que te disguste, despúes pon en él todo lo bueno que te puedas imaginar, acompañado de gente extraordinariamente buena y simpática, haciendo aquello que más te guste. Cuando hayas terminado de visualizar así el Cielo, puedes estar seguro de que esa imagen es NADA junto a lo que realmente será.


¿Por qué se usa el cielo como símbolo del Cielo? La bóveda celeste, el firmamento, es el símbolo que desde siempre se ha utilizado para representar el Cielo. Este símbolo significa lo trascendente, lo inaccesible, lo infinito. Si observamos el cielo en una noche estrellada, forzosamente nos llenaremos de admiración y sobrecogimiento ante la belleza y la grandiosidad del mismo. Sin embargo, el Cielo, la felicidad eterna, sobrepasa este símbolo.


¿Es el Cielo un lugar? ¿En dónde se encuentra? No lo podemos ubicar ni arriba ni abajo, ni delante ni detrás, pues el Cielo no es un lugar, sino un estado en el cual los hombres encontraremos la felicidad buscada y la conservaremos por toda la eternidad.


¿En el Cielo seremos como ángeles o tendremos también cuerpo? Dios nos ha creado como hombres y nos ama como hombres, por eso, el premio que nos ofrece es para disfrutarlo como hombres, dotados de alma y cuerpo. En el Cielo nuestra alma disfrutará al estar en contacto con Dios y, después de la resurrección de los cuerpos, también disfrutaremos con un cuerpo, aunque será un cuerpo distinto, un cuerpo glorioso que ya no estará limitado por el espacio y el tiempo, como el de Jesús resucitado, que podía aparecer y desaparecer en cualquier lugar. San Pablo habla de esto en I Cor 15, 40 ss.: Sonará la trompeta y los muertos resucitarán incorruptibles y nosotros seremos transformados. Porque es necesario que ese ser corruptible sea revestido de incorruptibilidad y que ese ser mortal sea revestido de inmortalidad.


¿Cómo podré ser feliz si alguna de las personas a quienes amo están en el infierno? Esto es un misterio, pero la felicidad que recibirás en el Cielo colmará todas tus necesidades y nada podrá limitarla. Tendrás el conocimiento perfecto y una claridad absoluta acerca de las intenciones de los demás, te darás cuenta de que los condenados no están recibiendo un castigo injusto, sino que ellos mismos lo han escogido libre y voluntariamente. Su sufrimiento no afectará tu felicidad plena.


¿Existen diferentes tipos o niveles de felicidad en el Cielo? Sí, pero esto no se debe a que el Cielo sea diferente, sino a que las personas que llegan a él son diferentes. La felicidad será plena para todo el que llegue al Cielo. No es que unos sean más felices que otros, todos serán totalmente felices en la intimidad con Dios , pues todos estarán totalmente llenos de Dios. La diferencia está en que, así como hay vasos grandes a los que les cabe más agua que a otros más pequeños, de la misma manera, hay almas más santas y otras menos, de acuerdo con la capacidad que cada uno desarrolló a lo largo de su vida.


Lo que Jesús nos dijo acerca del Cielo. Jesús nos habla en el Evangelio muchísimas veces acerca del Cielo y nos lo explica en un lenguaje que podemos entender: A los hambrientos les hablaba de pan, a la samaritana de un agua que sacia definitivamente la sed (Jn 4, 1 ss). Hablaba de perlas preciosas (Mt 13, 45.), de onzas de oro, de una oveja perdida y recuperada. Nos habla de un banquete, de una fiesta de bodas, de redes colmadas de peces, de un tesoro escondido en el campo. Todos estos símbolos que utiliza Jesucristo nos pueden dar una idea de la felicidad que tendremos en el Cielo, ya que las felicidades terrenas son una imagen de la felicidad celeste.


Algunos testimonios de los que han visto lo que es el Cielo. Han existido muchos santos a los que Dios les ha concedido la gracia de poder ver lo que es el Cielo. He aquí algunos de sus testimonios, con los cuales han tratado de explicarnos con palabras terrenas lo que nos espera en el Cielo:


San Pablo: Dios es capaz de hacer indeciblemente más de lo que nosotros pedimos o imaginamos (Ef 3,20). Nada son los sufrimientos de la vida presente, comparados con la gloria que nos espera en el Cielo (2 Cor 4,17).


Teresa de Jesús: Pude ver a Jesús en su Santa Humanidad completa. Se me apareció con una belleza y una majestad incomparables. No temo decir que, aunque no tuviéramos otro espectáculo para encantar nuestra vista en el Cielo, ya sería una gloria inmensa. (Vida de Santa Teresa).


San Agustín: Es más fácil decir qué cosas no hay en el cielo, que decir qué cosas hay: En el Cielo contemplaremos y descansaremos, descansaremos y alabaremos, alabaremos y amaremos, amaremos y contemplaremos. (Confesiones).


San Juan de la Cruz: Tanto es el deleite de la vista de tu ser y hermosura, que no la puede sufrir mi alma, sino que tengo que morir viéndola, máteme tu vista y hermosura. (Cántico espiritual).


San Francisco de Asís: El bien que espero es tan grande, que toda pena se me convierte en placer.


¿Qué debo hacer para alcanzar el Cielo? Jesús nos habla en el Evangelio del camino a seguir:


- Entrar por la puerta estrecha (Mt 7,13.).
- Negarte a ti mismo y tomar tu cruz.

- Vender todo lo que tienes y dárselo a los pobres.

- Dejar a tu padre y a tu madre.

- Tomar el arado y no voltear hacia atrás.

- Amar a los otros como Él nos amó (hasta dar la vida por nosotros)


¡Se oye muy fuerte! ¡Parece muy difícil! Sin embargo, si vuelves a leer los testimonios de los santos que han podido verlo, te darás cuenta de que vale la pena y que ningún sufrimiento es demasiado grande para evitar que luchemos por él. Querer ganar el Cielo significa tratar de tenerlo desde ahora y eso, como ya vimos, se logra viviendo las Bienaventuranzas.


Tener el Cielo es tener a Dios y tener a Dios es vivir en gracia. Entre la gloria y la gracia no hay diferencia en esencia: Quien tiene la bellota, ya tiene el encino; quien posee la gracia santificante, posee el Cielo, es decir a Dios. Las diferencias son en el modo de tenerlo: Aquí en la Tierra, quien tiene la bellota, tendrá más tarde el encino. La bellota no es aún el encino, pero llegará a serlo. En la tierra vemos el capullo, en el cielo la flor; en la tierra el amanecer, en el cielo el mediodía; aquí las sombras, allá la luz; aquí lo parcial, allá la plenitud; aquí la lucha, allá la victoria. Los medios para vivir siempre en gracia ya los conoces:


- la oración;
- la huida de las ocasiones de pecado;

- el sacrificio;

- la frecuencia en la recepción de los sacramentos;

- la devoción a la Virgen María,

- la vivencia de las Bienaventuranzas

Para salir victoriosos en el Juicio Final: Jesús nos lo dice claramente: "Venid benditos de mi Padre... porque tuve hambre y me disteis de comer, porque tuve sed y me disteis de beber, estuve desnudo y me vestisteis, forastero y me acogisteis, enfermo y me visitasteis... Todo lo que hicisteis a uno de estos pequeños, a mí me lo hicisteis."



















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